Reseña: Al final de la calle 118, de Clara Cortés

Reseña: Al final de la calle 118, de Clara Cortés
Reseña: Al final de la calle 118, de Clara Cortés

Al final de la calle 118 es una novela estilo slice of life. Es una novela juvenil, contemporánea, donde se mezclan el amor, el drama y el saber sobrevivir en un mundo que no para de darle patadas en la boca del estómago a Valeria, la protagonista.

La trama

Valeria es una joven de apenas diecisiete años que perdió a su padre de pequeña, fue abandonada por su madre hace años y sobrevive con su hermana mayor en un motel al final de la calle 118. Ella tiene un modesto trabajo como modelo que le permite conseguir unos pocos ingresos para ir tirando. Su hermana, en cambio, tiene que vender su cuerpo como prostituta para poder pagar el alquiler y no morirse de hambre.

Valeria cree que así es su vida y su destino, y que no hay nada que sea capaz de hacer para cambiar su futuro, solo debe resignarse y aceptar los trabajos que le encarguen. Pero todo empieza a cambiar el día que escucha a ese chico tocando la guitarra frente a su casa, también al final de la calle 118. Ahí donde solo hay un orfanato y nunca va porque a nadie se le ha perdido nada.

Lo que más me ha fascinado de esta historia es:

La prosa de Clara

Nunca la había leído hasta ahora y había escuchado maravillas. Y es que es perfecta. Tiene un estilo muy simple, para nada enrevesado ni complejo que facilita muchísimo la lectura. Además, es muy poético.

Usa todos los sentidos para describirte las escenas y eso te mete de lleno en ellas: estás ahí con Valeria, oliendo su hogar (a colonia post-sexo, tabaco y alcohol), escuchando los ruidos que ella escucha a través de las paredes (los coches saliendo del pueblo hacia el norte, la guitarra del chico al otro lado de la calle, su hermana trabajando, su hermana llorando), sintiendo las lágrimas correr por tus mejillas como lo hacen en las suyas.

Te mete tanto que te duele lo que le duele, te encoge el corazón lo que a ella y te da calorcito Simon como le da calorcito en el pecho a Valeria también.

Simon

Simon es el chico de la guitarra, el chico de las gafas en la punta de la nariz, el chico alto de orejas rojas, el chico del orfanato y el chico que la escucha cuando ella solo puede soltar quejidos.

Pero lo bueno es que también me ha enamorado a mí también: es tiernísimo, es un chico súper dulce y cariñoso y el mejor amigo que Valeria pudiera desear.

La historia de cómo se conocen, cómo se van cogiendo confianza poco a poco hasta considerarse mejores amigos y la forma tan orgánica en la que van empezando a quererse es muy real, muy humana y muy, muy tierna.

Su familia

Valeria es una chica muy desdichada. Pero tiene mucha suerte comparado con su hermana Rachel. Su hermana no para de encadenar desgracias, se sume en una depresión severísima (que me sorprende que no la haya consumido muchísimo antes) y, para colmo, Valeria no puede más que detestarla y avergonzarse de ella. La relación entre ellas demuestra desgaste, depresión y miseria.

No puedo identificarme con cómo se comportan, cómo se tratan y cómo se comparten, en muchos casos le pegaría un grito y hasta una hostia a Valeria por hablar, hacer y tratar a los demás como lo hace. Pero a la vez, es una situación tan dura, un desgaste mental tan heavy que entiendo que la serenidad, la cordura y el bienestar se dejan aparte cuando una debe venderse y dejarse pisotear para, simplemente, poder sobrevivir.

El caso es que, aunque en varias ocasiones no coincidía con la opinión y los actos de Valeria, me ha dado pie para reflexionar mucho sobre cómo reaccionaría yo en determinadas ocasiones si fuera la hermana mayor o si fuera hermana menor en estas situaciones. Por eso mismo me ha gustado.

Lo agridulce de la historia

Es una historia muy, muy agria. Y tiene muy poco de dulce. Es una historia sobre miseria y depresión. Una historia sobre prostitutas y misoginia en gran parte. Una que me ha estrujado el corazón en muchas ocasiones. Me ha hecho llorar a moco tendido y me ha hecho dejar el libro al lado un momento y quedarme mirando el techo sin saber qué hacer con mi vida después.

¿Y el final? Oh, dios mío, el final más agridulce de la historia. Hacía mil que no leía algo así y que me dejaba con ese sabor de boca. Pero ha tenido muchos puntos dulces, mucha ternura con Simon y con otros personajes. Una evolución de personajes, un cariño entre ellos y un amor inexplicable. Y la pequeña y muy paulatina evolución es lo más dulce entre tota la agriedad de la historia.

En conclusión

No tengo quejas, me ha encantado. Ha sido justo mi tipo de historia. Una historia de personajes, sin trama clara ni objetivos definidos. Simplemente una joven perdida buscando el norte. Y personajes a su alrededor que irán ayudándola a construir su camino, piedrecita a piedrecita, tomándola de la mano para que no se sienta sola y ayudándola a levantarse tantas veces como se caiga.

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